sábado, 27 de septiembre de 2014

EL CAMINO DE SANTIAGO

“Una vez en la vida todo el mundo debería tener un hijo, escribir un libro y plantar un árbol; pues bien, a todo esto, yo le añadiría: <y hacer el Camino de Santiago>”.


El Camino de Santiago es un recorrido espiritual-natural que muchas personas han hecho y otras tantas desean hacer. Si eres de los segundos, date una gran dosis de valentía, determina una fecha y hazlo!

Debes saber que es un viaje totalmente diferente a los que hayas hecho hasta el momento y a los que harás a partir de éste. La pasividad, la permanencia, la estabilidad… son términos que no encontrarás allí y eso es lo que le da un aura especial que atrae y atrapa. Es un viaje duro, sí, y en buena parte, se sufre, pero mágicamente esto pasa en un segundo plano a partir de la especial unión entre estos tres conceptos: NATURALEZA – HUMANIDAD – AUTOSUPERACIÓN.


Bajo mi punto de vista, esta seria la formula del Camino de Santiago y los ingredientes de ese ambiente tan especial que se respira, a pesar que lleves horas andando y te duelan muchísimo los pies. Es más, cuando llegas a Santiago, la sensación de contrariedad entre el gran placer de haber cumplido tu objetivo y la pena por dejar de ser peregrino, no hace más que confirmar que la energía del Camino es única.



De itinerarios hay varios y de punto de inicio también. En nuestro caso, y como era la primera vez que lo hacíamos, decidimos empezar desde Sarria para hacer los famosos 100 quilómetros necesarios para la Compostela (diploma/certificado). Fue todo un acierto y lo recomiendo para todos aquellos que consideran no tener una gran forma física y que no por ello quieren privarse de hacer el Camino.

 
Durante los seis días de trayecto, conocimos/charlamos con muchísimos peregrinos. Las conversaciones no se iniciaban con ninguna de las reglas convencionales tipo: “Hola, ¿cómo te llamas?”; sino con un: ¿cómo va?, ¿todo bien?, ¿alguna ampolla?... Y a partir de aquí, podías estar hasta horas charlando. Por otra parte, cada uno seguía su ritmo y esto hacia que “conocer”, “despedir” y “encontrarse” fueran los tres verbos claves en las relaciones con los demás.

Tanto en el trayecto como en los albergues, se podían ver y vivir miles de casos de solidaridad. Personas que no se conocen de nada, ayudándose a reventar o curar una ampolla, a lavar y tender la ropa, a compartir comida… El hecho de “estar pasando todos por lo mismo”, y de estar sufriendo de alguna manera, hacía que se estableciera una conexión muy potente entre gente que no se conocía de nada. Hay imágenes que se me quedaran siempre grabadas.

Así pues, si estás pensando en hacer el camino y no encuentras con quien, no hay problema, lo puedes hacer perfectamente solo/a. Hay muchísima gente que lo hace así, algunos por elección propia, y debes saber que la soledad completa nunca la tendrás (y menos en julio o agosto). 


Ahora bien, por el contrario, si lo haces solo deberás tener una buena tolerancia a encontrarte mal y saberlo gestionar tu mismo. Y cuando digo “encontrarte mal” no sólo me refiero a un tremendo dolor de pies, sino a pequeños mareos, debilidad, quizás dolores de cabeza o fiebre… A veces “da corte” decirle a un compañero de albergue que vaya a buscarte algo de comida porque te encuentras mal, por ejemplo.  


En todo caso, tanto si lo haces solo como en compañía, date/daros más días de los que “oficialmente” marcan en las guías: debes/debéis disfrutar del camino y si un día estas/estáis cansados, avanzar menos de lo pensado o incluso permanecer en el mismo lugar para recuperar energías. 

 

















El otro tema “caliente” es el del equipaje. Llegados a este punto pude comprobar dos cosas: el calzado, por mucho que lo hayas usado previamente, si no lo has hecho en una larga caminata de 20-25 quilómetros, no puedes estar seguro al 100% de que no te va a hacer ninguna ampolla







y por lo que respecta a la mochila, se hace muy diferente andar con ella que sin ella, con lo cual, entrena antes llevándola o bien, si sueles tener la espalda delicada, contrata el servicio de transporte de mochila a 3€ por etapa.








Pero bien, volviendo a los tres ingredientes de esta aventura: NATURALEZA – HUMANIDAD – AUTOSUPERACIÓN; decir que, todo ello, a parte de generar una energía muy y muy especial, también ayuda a reflexionar. En nuestra vida rutinaria, casi no nos podemos dar un espacio de reflexión, pero en el camino pasa todo lo contrario: ¡el camino es reflexión! Tanto es así que, en mi primera mañana ya como experegrino, mientras estaba doblando el saco de dormir, un hombre que ya se iba a su ciudad me dijo: “Hay que ver como es el Camino, si yo ahora te viera por Madrid, ni te saludaría, y en cambio aquí, me da por hablar contigo sin saber tan si quiera como te llamas, echare mucho de menos esto y también los bosques por los que hemos pasado”.


Y aquí entra ya mi comentario final: el contacto con la naturaleza. El Camino te enseña – o te reafirma – la necesidad que el ser humano tiene de estar conectado con la naturaleza, el gran desestresante. El “hombre moderno” se ha ido despegando de ella de manera robótica y esto ha sido y es un gran error. Necesitamos la naturaleza, mentalmente y físicamente. 


De hecho, ponerse a andar a las seis de la mañana (lo recomiendo, apenas notas dolor en las zonas resentidas y evitas las horas de máximo calor del mediodía al estar ya en el destino) hace que puedas contemplar unos amaneceres espectaculares que sanan cualquier “pensamiento negativo” (Por cierto, ¿cuánto hace que no ves un amanecer?). 

En definitiva, y por lo que habrás podido leer en muchas guías y en este texto, el Camino de Santiago es algo más que “andar y andar”. Es un sendero muy espiritual, reflexivo, personal, humano, de autosuperación en la lucha por tu objetivo, de aprendizaje continuo, de relación con los demás… ¿Es duro? Sí y mucho, pero… ¡LO POSITIVO GANA MIL VECES MÁS A LO NEGATIVO!

Así que… ¡ADELANTE! SI YO HE PODIDO, ¡TÚ TAMBIÉN!
           











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